Un solo camino, unas manos fundidas.
La luna brilló en nuestros rostros y en nuestras mentes.
Esos pasos lejanos, nos guiaron a un reencuentro paciente.
Sobrevivimos una pandemia,
y a noches interminables de llantos desesperados.
A navegar sin rumbo por el mar del destino.
Y a nunca a dejar de lado el amor compartido.
Pero esta noche, aunque el silencio fue cómplice,
tomé tus manos, besé tus labios, miré tus ojos y sonreí.
Me conformé con verte aunque sea un instante
y como dice aquella canción:
"Aunque mi vida se torne errante
te juro que, anhelante, esperare por ti."