Esa noche nuestros cuerpos
se acariciaron muy tiernamente,
se susurraron te quieros al oido
y se brindaron el poco calor
que podían expulsar.
La lluvia los acompañó
y el frío se hizo su pequeño enemigo.
El enemigo de nuestra ausencia distante...
...y, cuando lograbamos eliminarlo
podian jugar tranquilos
en esos segundos donde desapareciamos
estando allí, y nadie se daba cuenta.
Hoy, veo el amanecer solo,
pero aún siento ese calor de tu cuerpo,
queriendo volver a tenerlo,
pues pasé junto a el
un rato muy agradable...
Atentamente,
Yo.
...