martes, noviembre 23, 2004

Déjala Secar

Un relato...

DEJALA SECAR

Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un
juego de té de color azul. Al día siguiente, Julia, su
amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana
no podía pues saldría con su madre aquella mañana. Julia
entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té
para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio
en que vivían. Ella no quería prestar su flamante regalo
pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié
en el cuidado de aquel juguete tan especial.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego
de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja
estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con
su mamá
- ¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete
y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo.
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia
a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:
- Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu
vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó
de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente
el vestido pero tu abuelita no te dejó ¿Recuerdas lo que
dijo tu abuela? -Ella dijo que había que dejar que el barro
se secara, porque después sería más fácil de quitar.
- Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse
primero, después es mucho más fácil resolver todo.-
Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el
consejo de su madre y fue a ver el televisor. Un rato después
sonó el timbre de la puerta. Era Julia, con una caja en las
manos y sin mas preámbulo ella dijo:
- Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el
que a menudo nos molesta?. Él vino para jugar conmigo y no lo
dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero el se enojó
y destruyó el regalo que me habías prestado. Cuando le conté a
mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti.
¡Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa.!
- ¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó!. Y dando un
fuerte abrazo en su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su
cuarto para contarle la historia del vestido nuevo que se había
ensuciado de lodo.
Nunca reacciones mientras sientas ira. La ira nos ciega e impide
que veamos las cosas como ellas realmente son. Así evitarás
cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu
posición ponderada y correcta delante de una situación difícil.

Acuérdate siempre:
Deja la ira secar!